¿Cuándo fue
la última vez que sentiste algo por primera vez?
Casi ha pasado un año desde casi
todo y desde casi nada. El tiempo no cura nada. El tiempo es tiempo. Es la vida
la que te enseña a suavizar este arresto domiciliario, esta sensación constante
de libertad condicional. Este me falta. Este me arrepiento. Este sonrío. Este
me alegro. Este porqué. Este cuánto queda. Este cuánto falta.
Cuando eres consciente de tu
propia existencia, es precisamente cuando desaparece de la Tierra la otra
persona. La más importante. Para entonces ya has aprendido que tu cuerpo está
ocupado por una inestabilidad climática interior, flexible y moldeable, que se
aterroriza cada vez que piensa en eso, en el tiempo. Pero que convive con él. Y
juega. Moverte, emitir luz, conectar, tocar, para que nada de lo que esté en
las sombras (y allí permanece), te ataque.
Cualquier momento, es un buen
momento. Cualquier lugar, es un buen comienzo. Cuando estás cansado después de
un largo viaje, vuelves al punto de partida. Pero es entonces cuando lo
reconoces por primera vez. Empezar siempre desde donde se esté. Aquí y ahora. Y
no parar. No sentirme triste. Hacer porque todo aquello que merezca la pena,
ocurra. Luchar. Y que nada importe de los demás, salvo los demás. Y que todos
se salven de vivir muriendo. Y que nadie se salve de sentir.
Es angustioso pensar que casi
cualquier cosa, casi cualquier persona, es interesante. El encanto de los seres
que sienten y dudan. Dar paseos por las ciudades te ayuda a mirar con todos los
ojos que tienes. Y ves cómo el cerebro es capaz de mezclar las cosas que ama.
El pasado con la imaginación. Sentir que aún está vivo. Y que aún sonríe con
todo lo que hago y digo. El Universo es aquel lugar infinito al que
contemplamos sólo desde lo que hemos aprendido a ver. Cuanto menos sabes de
algo, más cerca estás de inventarlo.
He aprendido estos días, que el
desamor con uno mismo es común, duro, solitario, grave. Lo curioso es que la
reconciliación va siempre acompañada de querer seguir preguntando, en vez de
querer responder. Llevas toda una vida sin saber quién eres. Y nada de lo que
ahora ves hecho, se podía hacer. Hasta que se hizo.
He aprendido que una vida se
alimenta del misterio de lo ausente. Que hay algo mejor que desear las buenas
noches: Hacerlas. Que el silencio es ese grito de tristeza, ese trago
inconfesable. Que llega. Siempre llega. Y también se va. Y que no hay que dejar
de preguntarse: ¿Cuándo fue la última vez que sentiste algo por primera vez?
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